El 26 de septiembre de 1604 el privilegio real –permiso-, a favor de
Miguel de Cervantes
Saavedra, le permitió que en diciembre de ese año, exactamente
el 20 de diciembre, compuesto el libro, quedara impreso, apareciendo
a principios de enero de 1605 en el mercado, realizándose la segunda
edición, con nuevo privilegio para Portugal, el 9 de febrero.
Su editor fue Juan de la Cuesta, y hemos de decir,
que ya la primera edición constituyó lo que hoy denominamos un best-seller.
La tercera edición de Juan de la Cuesta, no fue la única que
se hizo en aquellos años, pues también en 1605 hubo varias de ediciones
furtivas del Quijote, una en Lisboa y dos en Valencia;
las valencianas autorizadas.
Cuando actualmente tantas irregularidades se señalan
en el mundillo literario, no estaría de más recordar que el Quijote
fue manipulado por Juan de la Cuesta al presentar variantes y
correcciones que durante años se creyeron obra de Cervantes.
En 1615 se publicó en Madrid la segunda parte de
Don Quijote, y a punto estuvo de ser obra póstuma ya que
cinco meses más tarde de su salida al mercado, falleció el autor.
En castellano fue impresa treinta veces en el siglo
XVII, cuarenta en el XVIII, doscientas en el XIX, en el siglo XX a razón
de unas tres al año, y actualmente, en nuestro XXI, las ediciones no
cesan de proliferar con motivo del 400 aniversario, habiendo incluso
muchas adaptaciones para los niños, tanto en versión infantilizada como
en cómic, -aunque esto haya sucedido otras veces con anterioridad-.
En cuanto a traducciones, la primera en inglés estuvo
a cargo Thomas Shelton, Londres 1612,
y la segunda parte, del mismo Shelton, en 1660.
La traducción al francés de la primera parte del Quijote,
corresponde a César Oudin, París 1614, y la segunda parte de
la obra, pertenece a François de Rosset, París 1618.
En Italia, es Lorenzo Franciosini de Castelfiorentino,
quien lleva a cabo en 1622 la traducción de la primera parte y en 1625
de la segunda, ambas en Venecia.
Respecto a la segunda parte de Las aventuras del ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, Cervantes las escribió porque ya entonces existían los oportunistas que se aprovechaban del talento ajeno para medrar a su costa; me estoy refiriendo concretamente al Quijote apócrifo de Avellaneda.
Pero las traducciones no se detuvieron en estos idiomas, ya que también en el XVII, se hicieron otras tantas en alemán y holandés y en el XVIII, fueron el danés, el polaco y el ruso las lenguas en que se tradujeron las aventuras del hidalgo castellano, y después, en los siglos sucesivos, al resto de los idiomas cultos.
Recordemos que el Quijote es el libro
más leído después de la Biblia, lo que le sitúa en el puesto de indiscutible
best seller internacional y secular. ¡Lástima grande que quien lo escribiera
pasase una vida de penurias económicas y pudiese ser enterrado, merced
a la caridad de la Venerable Orden Tercera, en el convento de las Trinitarias
Descalzas, sepelio en el que sus restos se mezclaron con los de otros,
por lo cual no se puede identificarlos!
(Por cierto y como anécdota curiosa citaremos, que fue
Inglaterra la primera nación que consideró el Quijote
una obra universal y a su autor un genio, siendo Francia la segunda.
¡España tardó cien años en darse cuenta!).
En cuanto, y seguimos con el anecdotario, al “famoso
lugar de la Mancha de cuyo nombre no quiero acordarme”, se han hecho
últimamente investigaciones al respecto dirigidas por el catedrático
de sociología Francisco Parra, deduciéndose lo siguiente: que
en la provincia de Ciudad Real, es Villanueva de los Infantes, ese “lugar
de la Mancha” en donde viviera Don Quijote.
Labor detectivesca que, basándose en la velocidad de
Rocinante y Rucio, la venta donde tuvo lugar
el manteo de Sancho Panza y el camino entre Venta de Cárdenas
y Cartagena, ha alcanzado esta conclusión.
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